Equilibrio y Resistencia de Lourdes
Grobet y Yolanda Muñoz.
Con colaboración de Esteban Azuela, Rodrigo Torres, Juan Cristóbal Pérez Grobet y Álvaro Ruiz
Centro de Cultura Digital
Bering: exploración de lo improbable.
¿En qué bizarro momento de la geografía
uno termina por llegar al oriente si se dirige
al occidente?
Yolanda Muñoz
Equilibrio y Resistencia es una exposición que desde hace seis años ha emprendido el viaje en al menos cuatro ocasiones; el resguardo y la hospitalidad los ha encontrado en el Museo Archivo de la Fotografía de la Ciudad de México, en la Galería Manuel Felguérez, en el Museo del Hombre en París y, hasta el 29 de septiembre pasado, en el Centro de Cultura Digital. La insistencia que la puso en movimiento hace más de quince años parece no haber cedido, por el contrario, fue necesario dotarle de nuevas expresiones, de ensayar nuevos acercamientos, explorar nuevas rutas para atravesar la frontera[i]. Precisamente ésta es su obsesión, trazar nuevos caminos para atravesar el límite, no para transgredirlo de una vez y para siempre, sino para borrarlo compulsivamente tantas veces como sea necesario.
El viaje comenzó cuando en 1998, durante su primer encuentro, Yolanda Muñoz, profesora especializada en Japón, le confesó a Lourdes Grobet, fotógrafa mexicana, lo que a la larga sería la consigna a seguir: “Soñé que para recibir el año 2000 cruzaba el Estrecho de Bering en trineo y tú me fotografiabas”. Desde el comienzo la expedición estaba marcada por una cierta imposibilidad, pues Muñoz se encontraba atada a una silla de ruedas. La enunciación de lo irrealizable fue asumida por Grobet como una misión, como si hubiese reconocido que frente al anuncio de una cierta dificultad ineludible se dibujase, también, la posibilidad del viaje.
Sin embargo, las metáforas y la imaginación del artista resultaban insuficientes, hacía falta entregarse a la aventura de lo desconocido. Cuando se atraviesa el umbral del hogar se pierde la red de seguridad que se teje por lo cotidiano y anticipable. Grobet decidió experimentar este peligro al internarse en el riesgo de las corrientes marítimas que recorren el Estrecho.
Deriva es una obra que mediante luz y sonido invita al espectador a adentrarse en el horizonte de la travesía. El espacio que la resguarda permanece completamente vacío, las paredes blancas permiten proyectar una serie de colores que evolucionan en compañía de sonidos captados en el Estrecho: corrientes gélidas y alarmas de emergencia permiten al espectador experimentar tanto la inmóvil belleza como la hostilidad de un límite geográfico, de esta última hablaremos más adelante. La baja temperatura de la sala aumenta el impacto de la extrañeza. De la penumbra se pasa a colores rojizos y amarillos, lo que permite vislumbrar a otros espectadores que interactúan con la pieza. La habitación se convierte en un espacio de convergencia azarosa para asistentes nómadas en flujos, la apertura del espacio se dispara en múltiples direcciones. La misma Grobet lo explica: “El dinamismo de los flujos migratorios en la prehistoria es una cuestión constantemente abierta a nuevos descubrimientos científicos. Los conocemos muy poco, pero eran lentos, largos, aunque intensos. Hoy se aceleran y multiplican exponencialmente, más no son un fenómeno novedoso”[ii].
Lentamente los colores se tornan azulados y verdes, frente al espectador el día parece transcurrir sin el referente del sol ni las estrellas; la deriva, a la cual hace referencia el nombre de la instalación, nos guía a un punto en el que el Norte y el Sur, el Este y el Oeste se desdibujan por la ausencia de puntos de orientación. El discurso de Bering como frontera habría de ser puesto en cuestión por la experiencia de un explorador que atravesara el Estrecho a través de un puente de hielo, pues los dos extremos terminarían uniéndose, constituyéndose en un continuo sin límite. La supuesta separación entre Asia y América se descubriría superada de mirársele con el asombro de quien se entrega a la deriva de un paisaje glacial.
Sin embargo, para nuestros mapas, Bering no es un territorio desconocido, su trazo, por el contrario, se encuentra recubierto por un plexo narrativo con efectos geográficos, históricos y políticos. El Estrecho condensa las divisiones afirmadas por cierto discurso dominante europeo. Nos encontramos primero, la línea internacional de cambio de fecha; por otro lado, el puente narrado por lo que Muñoz llama el mito científico de “los primeros pobladores de América que llegaron de Asía”[iii]. Finalmente, la frontera entre los dos polos políticos de la Guerra Fría, en donde lo que aparentemente se separa es el Oriente y el Occidente.
¿Acaso este conjunto de relatos es incontrovertible? Para Grobet y Muñoz resulta esperanzador pensar que no es así, por el contrario, su exploración habría de fisurar aquellos discursos dominantes. El recorrido planeado iría de Alaska a Siberia con el objetivo de redibujar las líneas de los mapas del globo terráqueo. Al recorrer esta ruta se pretendía redescubrir lo que usualmente llamamos Oriente como el occidente de Occidente, en cuyo caso ¿puede aún hacerse uso de estos nombres? ¿no sería preferible invertirlos, tal vez, borrarlos?
Tras diez años de planeación y gestión se obtuvieron los recursos para acometer la empresa con un grupo de seis viajeros que documentarían el tan anhelado cruce físico. Como punto de tránsito se eligió a las Diómedes, dos pequeñas islas separadas por apenas 3 kilómetros, justo a la mitad de esta distancia se levanta la frontera cronológica, pero también política. La más grande de las Diómedes pertenece a la Federación Rusa y alberga una base militar; la menor fue comprada por Estados Unidos en 1867 y en ella habitan alrededor de 180 inuit, como se les llama a los pueblos nativos de las regiones árticas.
El cruce no tuvo lugar. Llegar a Siberia por esta zona resulta imposible, la Diómeda mayor no se trata de un puerto de arribo oficial por lo que los soldados apostados en la isla no permiten el paso a ningún visitante. La empresa parece dispuesta para fracasar frente a las imposiciones políticas e históricas. Cabe recordarlo, a lo largo de gran parte de la segunda mitad del siglo XX esta zona llegó a ser conocida como la Cortina de Hielo. Límite infranqueable entre las dos superpotencias que se amenazaban la una a la otra, es decir, Bering no es una frontera entre otras, era el límite entre el Occidente capitalista y el Oriente comunista.
Para el momento en el que Grobet emprende su exploración la Guerra Fría ha terminado muchos años atrás, no obstante, pareciera que en este punto del planeta las alarmas estuviesen a punto de saltar en cualquier instante. Este es el hilo narrativo de Frontera, instalación que en un primer momento permite al espectador observar, mediante la proyección de un video, el paisaje de la Diómeda mayor desde la Diómeda menor. Conforme el público se acerca a la pantalla, un sensor activa el cambio de imágenes y de audio, saturando el espacio con el ruido de bombas y alarmas de emergencia, las imágenes continúan mostrando a la Diómeda mayor pero desde otras posiciones. Esta combinación parece indicar que uno ha transgredido un límite lo que ha desencadenado una reacción hostil. Empero, el punto que se ha vulnerado no se encuentra trazado en la sala. Se trata de una línea invisible, podría decirse que imaginaria cuyo cruce significa el paso a la clandestinidad. Ésta podría ser la sensación de aquellos que pese a la restricción militar han intentado alcanzar Siberia a través de Bering.
Equilibrio y Resistencia nos propone una odisea, es decir, una salida de la seguridad de lo conocido que nos interna en la saturada red simbólica, geográfica e histórica que es Bering. Aquí, las relaciones entre los distintos planos no siempre son directas y simples. Múltiples son los motivos que se agolpan en cada una de las fotos, videos y demás materiales que son ofrecidos como puntos de reflexión que no siempre nos dirigen a conclusiones. De lo que podemos estar seguros es que la travesía no terminó el 29 de septiembre; la expedición debe seguir adelante, internándose en caminos oscuros y accidentados que permiten cuestionar el sentido que a lo largo de la historia se ha dado al Estrecho. Es cierto, no se puede borrar absolutamente el discurso hegemónico, pero sí narrar otras historias particulares que lo problematicen. En última instancia, la capitana Grobet, como la llama cariñosamente Muñoz, al recorrer estos nuevos intersticios se inviste como exploradora de lo improbable.
Isaac Flores Téllez
[i] En el 2013 fue estrenado el documental Bering. Equilibrio y Resistencia.
[ii] Grobet, L., “Equilibrio y Resistencia”, The Bottle, <http://thebottle.com.mx/>, consultado el 27 de octubre de 2
[iii] Muñoz, Y., “Boya a la deriva”, The Bottle, <http://thebottle.com.mx/>, consultado el 27 de octubre de 2014.